sábado, 10 de marzo de 2012

x-men primera generacion

traza el comienzo de la épica saga de X-Men, y revela la historia secreta de una serie de sucesos de fama mundial. Antes de que los mutantes se revelaran al mundo, y antes de que Charles Xavier y Eric Lensherr adoptaran los nombres del Profesor X y Magneto, eran dos jóvenes que descubrían sus poderes por primera vez. No eran archienemigos, sino que al principio eran amigos íntimos, que trabajaban juntos con otros mutantes (algunos conocidos, otros nuevos) para detener el Armagedón. En el proceso se abrió una brecha enorme entre ambos, que dio inicio a la guerra eterna entre la Hermandad de Magneto y los X-Men del el Profesor X.


PELICULA:

 La acción se sitúa en los años 60; los inicios de la era espacial y una época rebosante del sentimiento de esperanza del Camelot de JFK. Pero también fue el punto álgido de la Guerra Fría, cuando las crecientes tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética amenazaban a todo el planeta; y cuando el mundo descubrió la existencia de los mutantes.
Es durante este período cuando Charles Xavier conoce a Erik Lehnsherr. Antes de que Charles (James McAvoy) y Erik (Michael Fassbender) adoptasen los nombres de Profesor X y Magneto, eran dos jóvenes inmersos en el proceso de descubrir sus poderes. Antes de ser archienemigos, eran los más íntimos amigos, que trabajaban juntos y con otros mutantes para detener la mayor amenaza que el mundo hubiera conocido nunca. 



CRITICAS:

 Las cuatro primeras partes de esta ya dilatada saga de X-Men han recaudado en las taquillas de todo el mundo, solo en cines, la bonita cifra de mil quinientos millones de dólares. Parece obvio que la franquicia continúe. Lo que no es tan evidente es que los nuevos capítulos, como éste, resulten francamente agradables y cinematográficamente notables.

Porque X-Men: Primera generación resulta ser uno de los mejores segmentos de la saga, al nivel del que hasta ahora era, para mi gusto, el mejor capítulo, X-Men: La decisión final, tercera entrega del serial de los mutantes. El mérito habrá que concedérselo mayormente al director, Matthew Vaughn, del que ya vimos hace unos años la interesante Kick-Ass, una parodia del cine de superhéroes que, sin embargo, contenía insospechadas perlas de un sadismo infinito, además de descubrirnos a un cineasta de una rara capacidad visual. Pues en este filme Vaughn demuestra que no sólo aquello no era el sonido de la flauta del burro, sino que es un director capaz de insuflar a su cine un potente ritmo narrativo, como hacía tiempo que no se veía en el cine de Hollywood (donde esa cualidad la perdieron como yo perdí a mi abuela, y que se salve quien pueda), y además es capaz de poner en imágenes escenas impresionantes; véase por ejemplo la del submarino extraído de las aguas y puesto en suspensión en el mero aire por el portentoso Erik, el futuro Magneto, con la sola fuerza de su mente, una secuencia que sobrecoge el ánimo por la rara verosimilitud que desprende, a pesar de que sepamos de su imposibilidad física y casi metafísica. Otras escenas, como el ataque del pérfido Sebastian Shaw (un impagable Kevin Bacon, en uno de esos malos que él sabe componer como nadie) al escondite de los mutantes, está realizado con una pericia y una claridad como rara vez se ve en el cine yanqui hodierno, tan dado a montar las escenas a base de planos de rapidísima sucesión, para que el espectador no tenga posibilidad de captar más que embarullamiento en lugar de acción; sin embargo, aquí la secuencia es límpida, contada con los planos necesarios, sin recurrir a las habituales técnicas marrulleras de directores tramposos y montadores gandules.

Otro acierto es el argumento: resulta que los dos protagonistas, el profesor Xavier y el científico Erik, en su juventud, habrán de enfrentarse a un suceso histórico real, la llamada crisis de los misiles de Cuba que, en 1962, puso al mundo a un paso del Apocalipsis nuclear; los guionistas, entre ellos Vaughn y su co-libretista habitual, Jane Goldman, han manufacturado una historia ficticia dentro de esa historia real, imaginando que fueron los mutantes los que estuvieron implicados en el tema, por mor de las maquinaciones que el villano Shaw perpetró para provocar el fin del mundo conocido y, con ello, la ascensión a la cúspide social de los mutantes, que se beneficiarían de la destrucción del Hombre. Esta utilización de la Historia, con mayúsculas, es un dato notable en una serie fantástica que hasta ahora no se había apoyado más que en banales ficciones sin relación con los eventos realmente sucedidos al género humano.

Tanto más interesante es que ambos países, USA y URSS, contendientes en aquel amargo trance de Octubre de 1962, que amenazó con poner fin a la vida inteligente sobre el planeta Tierra, estén aquí descritos como unas marionetas en manos del Mad Doctor de turno que, en este caso, posee la prodigiosa capacidad de absorber la energía y devolverla centuplicada, con un horrísono poder destructivo, y que además, como un Dorian Gray mutante, no envejece. No hay, pues, patrioterismo de baja estofa, como tan frecuentemente sucede, y aún más en este tipo de cine jolivudense netamente comercial.

Agradable sorpresa, entonces: y es que cualquier artefacto cinematográfico, por gastado que parezca, puede verse insuflado de renovados bríos a poco que se ponga en las manos adecuadas: un J.J. Abrams, que revitalizó la mítica serie trekkie de Gene Roddenberry en Star Trek (2009), un Christopher Nolan, que elevó a su máxima altura la saga de Batman en El caballero oscuro, o este Matthew Vaughn que, definitivamente, nos parece uno de los cineastas jóvenes más interesantes del actual panorama anglosajón; y eso, tal y como está el patio, es mucho decir…
 




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